jueves, 21 de abril de 2016

La Princesa de Babilonia

Sentada ante mí, la poderosa y siempre invicta,
la Señora de los Jardines Colgantes,
¡ella! estirpe directa de Hamurabi;
el primer hombre que al hombre puso leyes.

Sentada en su trono simulaba ser
león plata de la puerta de Ishtar,
que en silicato azul se nutre,
de foráneos derrotados.

Así me sentía yo.
Condenado a los pies del zigurat.
Conquistado por la inmensa Babilonia.
Seducido por sus tenaces rameras.

Sacudió su pelo y me miró de dos negros.
Sus ojos eran astrolabios que descifraban
todas las constelaciones de mi universo.
Sus pupilas eran punzones y yo la arcilla
perforada por escritura cuneiforme.

"Ven conmigo.
Servirás para mí en todo lo que yo te ordene.
 No te faltarán viandas ni vinos ni perfumes.
No te faltarán mujeres porque me tendrás a mí.
Conmigo te sentirás poderoso Gilgamesh.
Solo ven, y obedece."

La señalé con el dedo...

"Antes dueño de mi miseria
que siervo de tu riqueza.
No te quiero yo, Gran Ramera.
 Porque dos ríos necesitaste para tu lujuria.
Algún día caerán las murallas de tu ciudad
y aun así creerás volar hacia el suelo."


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