miércoles, 13 de julio de 2016

Mis inquietudes siempre fueron personas.

Mis inquietudes siempre fueron personas. Personas de las que me enamoré y de las que me avergonzaba, pero todas y cada una de ellas, siempre rebosó poesía, con versos que caían al alma como al trigo los reflejos de un nuevo dia, ¿Para qué existe la poesía sino para esa atronadora tormenta, para esa pálida mañana, para que ese verso siempre tropiece en su alma?

No acerté en el camino, o por lo menos, no cogí el camino de los demás, tiré monte y milla, litro y ceniza, uvas y viento, tiré mi vida por la borda para que se fundiera con el mar y mi vida ya no fuera mía, para que a cada triste recuerdo de un puerto abandonado y una entonación de herido corcel, se estremeciera la ciencia misma, la ardiente paciencia de su estructura heterogénea, de su valiente mejilla, de su pobre y radiante mejilla. 

No hubo sino tiempo, sino memoria, no hubo sino vida y un profano despertar, en tierras lejanas que olvidaban las estructuras de lo posible, que rompían barreras, absorbían golpes y escupían libertad. 



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