sábado, 3 de septiembre de 2016

Oda a la soledad

Me gusta la soledad porque en ella 
me hablan las cosas, y todo 
vale más que monedas en el viento.

Me gusta porque en ella susurran el niño 
y el olivo, aúllan el lobo y el inspector,  
ensordecen el cariño y el olvido, 
 el recuerdo y un verso de dolor.

Se me hiela la sangre, el rugido y la letra,
quiebran el olmo y el pino
siempre oliendo a primavera,
cuánto vino he bebido,
cuántas fieras por el camino,
cuánto amor entre las estrellas,
yo, solo, conmigo,
navegué entre espuma y vidrieras,
hacia la asimétrica belleza
del recuerdo de un loco,
y hacia las enredaderas,
y trepé por ellas un minuto,
como si el tiempo fuera mio
y nadie me entendiera.

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