En Oriente, escribe prudente
el fuego y suspiran las nieves,
marchitan petalos tulgentes
y renace el mundo cuando quiere.
En el devenir de un lobo solitario,
donde el viento se confunde
con el pan matutino,
con la sangre,
con el camino.
En el sol rojo y amarillo,
donde se quema cobre
y poesía, nació la luz,
ingrávidamente,
a la sombra de la vida,
donde no pasa el tiempo
ni se escuchan canciones,
donde un mañana es todavía
y todavía acaba en mañana,
y todo acaba en nada,
y tantos oidos nos llevaron
en tantas direcciones,
y a tantas batallas.
No supe, no pude, no quise
sembrar flores, arrancar pieles,
vestir de ti orgulloso.
No supe, no pude, no quise
pulir palabras, pintar paredes,
mirarme en tus ojos.
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