viernes, 14 de octubre de 2016

Al dia de la hispanidad

Hay cierta incertidumbre en las palabras que solo aclaran los actos.

El día de la hispanidad, llamadme loco, debería ser una fiesta de hermandad, fraternidad y solidaridad para con el resto del mundo, en el que históricamente tanto hemos intervenido.

Cuando veo soldados, armas desfilando, como si las armas pudiesen tener un fin positivo en sí mismo,  miro a la gente y no veo nada nuevo.

Hay quien que se avergüenza de España y quien la ama como si su corazón pudiera amar a 48 millones de personas .

Entonces me doy cuenta de que no somos Estados Unidos, ni somos Francia, ni somos Israel. Hay en la frente del español una tolerancia innata, una idiosincrasia que abruma la esencia misma de nuestra especie, hay tanto por lo que festejar, tanto vino que beber, tanto que vivir, tantas cosas que al nombre de español responden y merecen, tanto odio que olvidar, tanta historia que aprender, mirarse en tantos ojos, y en lo que nos queda por hacer...

No entiendo por qué sacar tanques victoriosos, ni besar banderas con los ojos abiertos, (nunca un beso de amor se dio con los ojos abiertos).

Yo amo España porque en España viven mis seres queridos, porque es donde puedo hablar y que se me entienda, porque esta es la tierra de mis padres y la de Lorca, Vicente Alexaindre, Alberti, Bécquer y Cernuda, Lope de Vega y Góngora, Velázquez, Murillo, Picasso y tantos otros desconocidos, verdaderos amantes de España que no tienen desfiles ni se escuchan entre sus campanas. Solo la muerte conoce, en su frente de yunque y espada, una alfombra de sangre para los asesinos, su jornal y su guadaña.

Pobre del que mate por España, que mi tierra no dispara sino abraza. Pobre del que alza el brazo y su añoranza que no hay tiempos que devuelvan gloria ni gloria que justifique una matanza.

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