jueves, 18 de agosto de 2016

Lo que yo quería decirte.

Sevilla, 18 de agosto del 2016.

Querido Federico García Lorca:

Te conocí siendo niña, pasmada por tu habilidad para escribir. Después fui creciendo y con ello perdiendo la inocencia que me mantenía en una burbuja de algodón de azúcar. Fue entonces cuando empecé a valorar tus símbolos los verdaderos significados de cada una de tus joyas.

Vi la luz. Vi la realidad de la sociedad en la que te había tocado nacer, vivir y morir desde tus propios ojos: cada caballo, cada luna, cada río y cada pozo. Vi el Crack del 29 desde imponentes rascacielos y sobre todo, la crítica a nuestra patria de charanga y pandereta.

¿Qué significa ser patriota?

Se me viene a la cabeza la imagen de un hombre no muy alto, con entradas, grandes ojos, pelo negro y mirada lúcida; en frente una multitud en Fuente Vaqueros allá por 1931. De su boca sale: “Cultura. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz”.

Nunca unas palabras resonaron menos en este país. Habías abierto la primera biblioteca en tu pueblo, seguramente la primera en toda la provincia de Granada. Pero sobre todo, estabas desarrollando un proyecto para un pueblo analfabeto, con derecho a voto, para que pudiese pensar por sí mismo y evolucionar.

Perdónanos Federico. Aunque cierto es que hoy en día no te habrían perseguido por tu ideología u orientación sexual, siento decirte que continuamos hablando de reivindicaciones económicas e ignorando las culturales. Pocas son las voces que luchan y menos las que consiguen alcanzar una educación digna. No aprendimos nada. La media de lectura del español es de menos de un libro al año; somos los últimos de Europa en comprensión lectora y Andalucía se encuentra a la cola de España. Te han olvidado, Federico.

Pensamos que aprobar es aprender. Pero seguimos siendo banderizos y cainitas, incapaces de ponernos de acuerdo entre nosotros para sacar el país adelante. Perdiendo el tiempo con posibles soluciones para los problemas a corto plazo, y olvidándonos de los que aun tardarán en llegar, pero que azotarán con fuerza a nuestro país. Y este seguirá siendo incapaz de poner una solución consensuada.

Pero tu muerte no será en vano, Federico. Unos pocos seguimos recordándote, aclamándote y sustituyendo un trozo de pan, por media hogaza y un libro. Algunos, como tú, queremos ser patriotas. No llevamos los colores de una bandera, sino las herramientas necesarias para calmar nuestra sed de cultura, y la esperanza e intención de que España, algún día, aprenda a dejar de tropezar con la misma piedra y sepa llevar a término el proyecto que un día empezaste.

Gracias por abrirnos los ojos a tantos.

Un fuerte abrazo.




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