martes, 26 de abril de 2016

Hay cosas que no importan

como el agua que se te pega a la piel cuando sales de la ducha de la playa o la manera en la que miras al final del aire cuando piensas sobre algo que acabas de leer. Tampoco importa cómo cruzas las piernas después de comer, ni cómo te humedeces los labios después de dar un bocado a una manzana. Ya no importa que no te gusten los guisantes, ni que le eches kétchup a todo. No importa que odies el mono de whatsapp y que nunca le pongas tilde a todavía.

Hay cosas que nunca importaron, como tu manera de hablar cuando hablas con mis padres. Tampoco importa el cansancio de tu lengua por las mañanas, cuando arrastras las palabras como quien tira de un avión. No importa que apoyes los codos en la mesa, que te llenes los labios de pasta de dientes, que no te guste la ginebra. Que me confieses que cuando me llamas cuando estoy enfadada es porque te gusta escuchar las palabras entre labios fruncidos. Ya no importa cómo hueles, ni cómo sabes por las mañanas en la cama y no importa que se te caiga el pelo en la frente.


Hay cosas que ya nunca importarán, como tu camisa roja y azul o tus vaqueros negros. No importará cómo girabas la cabeza cuando no entendías lo que quería decir, ni cómo cerrabas los ojos y arrugabas la nariz cuando intentabas no reírte. No importará la manera en la que piensas con el dedo índice sobre los labios, ni cómo sonreías cuando me arreglaba el pelo en tus gafas de sol. Tampoco que odies mi música y mis zapatos, a mi amiga Manu y nuestra foto al lado de mi cama. Ya no importa que no te guste mi vestido blanco porque ya no importa nada de esto, igual que no importa que esté escribiendo sobre ti a estas alturas del año porque, en realidad, a finales de abril nada importa de verdad.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario